Contra el impacto del turismo en los espacios naturales y rurales
jueves 24 de septiembre de 2020, 23:29h
En el Día Mundial del Turismo, Ecologistas en Acción quiere dar a conocer parte del informe de la campaña ‘Stop turistización’, en concreto el segundo capítulo, dedicado al turismo de naturaleza. El lema elegido este año por la Organización Mundial del Turismo (OMT) es ‘Turismo y Desarrollo Rural’.
El informe no parte de la idea del turismo como fuente de desarrollo rural pero desarrolla los aspectos del turismo de naturaleza, tan vinculado a los espacios rurales. También analiza los impactos en el medio natural de las actividades turísticas. Desde la idea del lema de este año de la OMT, la organización ecologista hace algunas apreciaciones.
El turismo puede apoyar la economía rural, pero no como el sector prioritario o único a tener en cuenta. Este año se han conocido muy bien los problemas de apostar por un solo sector económico tan prescindible y temporal. Para el mundo rural la palabra “desarrollo” tiene que ver, en ocasiones, con una concepción equivocada de confort que una sociedad eminentemente urbana tiene del mundo rústico y sus medios de vida, que en muchos casos rechaza. Entender el desarrollo como el avance de sectores que no se identifican con la producción primaria implica despreciar lo rural.
El turismo en el medio rural se identifica con un turismo de bajo impacto y sostenible, pero encajar el término “sostenibilidad” para justificar un modelo de turismo en la naturaleza muchas veces tiene como consecuencia algo opuesto a lo que se anuncia. Las actividades y alojamientos creados en plena naturaleza para satisfacer una moda de ocio activo pueden ser menos sostenibles que unas vacaciones tradicionales. La palabra “sostenibilidad” asociada al turismo rural es una nueva etiqueta de la industria del ocio para adaptarse a las modas “green” y adentrarse como industria, con soluciones globales en un nicho de negocio que hasta hace poco era virgen, cuando en realidad no se ofrecen otras alternativas a un modelo de vida en retroceso.
Los inicios del turismo rural en Europa, en los Alpes, trataron de dar un apoyo a ganaderas y agricultores con una legislación que les permitía ofrecer alojamiento a visitantes que hacían excursiones por las montañas, ríos y senderos en convivencia con los anfitriones y en el día a día de sus labores. Esto ayudó a sostener la economía doméstica rural sin alterar la arquitectura tradicional ni crear infraestructuras meramente turísticas y respetando la cultura autóctona, dando protagonismo a la diferencia y ofreciendo viabilidad a la satisfacción de quienes buscan una auténtica experiencia rural. Pero el turismo se ha convertido en un bien de consumo de masas y ya no hay tantos campesinos ni turistas que quieran dormir cerca de un establo.
La pandemia ha provocado pánico a la masificación, por lo que, en mayor medida que otros años, las vacaciones se han trasladado a pueblos donde la masificación es más improbable. Es posible que la predilección por estos lugares tranquilos dure un tiempo, pero la voracidad de los turistas activos ha puesto en conflicto por primera vez en el campo a aborígenes y turistas, como ya había sucedido en ciudades masificadas donde la vida es interrumpida por una actividad incompatible con la normalidad.
La OMT tiene el cometido de animar una actividad que se está convirtiendo en la mayor industria de la Tierra. Desarrollar el derecho al descanso y la gestión del ocio tiene que ver con la responsabilidad de hacer posible la subsistencia. Para Ecologistas en Acción, el turismo se está convirtiendo más en un problema ambiental, social, laboral y de convivencia que en una solución.